Maratón de juegazos, la suerte me sonríe de nuevo.
Un pendiente desde principios de año, In Other Waters (que había aplazado por si traducían al castellano, cosa que nunca ocurrió), también ha resultado ser mejor de lo que aparentaba. Cuando uno ve el tráiler parece que se va a topar con un videojuego planteado de forma diferente y resuelto originalmente, pero sin llegar alto y quizá quedándose más en su aspecto que en lo logrado de su ejecución. Al empezar, además, las primeras impresiones parecen confirmarse y saltan las alarmas por una navegación casi a raíles (muy encauzada) y un sistema de inventario y looteo demasiado básico. Nada más lejos de la realidad: menos de una hora tarda el juego en empezar a engancharte mediante el desarrollo de su argumento, para ir a más sin parar a medida que un enigma nos lleva a otro y cada vez todo parece más grande y el siguiente descubrimiento siempre supera al anterior. El juego es todo un tour de force de cómo apañárselas para sumergir al jugador de lleno en una experiencia inmersiva sin la ayuda de prácticamente ningún elemento convencional, con apenas un radar vectorial como contexto, texto como carbón para nuestra imaginación, y leves elementos interactivos para involucrarnos y potenciar la sensación de estar ahí.
Puede que Subnautica haya spoileado para siempre la profundización en aguas alienígenas. Aquel juego alcanza unas cotas que, en inevitable comparación, desplazan a In Other Waters, por logrado que esté, un peldaño por debajo de la excelencia. Eso sí, la medalla al mérito de 2020 se la lleva este coso. El que hace más con menos. A esto se le llama sacar petróleo.